ENTREVISTAS

«Hay que desarrollar en las sociedades mecanismos para romper con los miedos y educarnos en la diferencia»

«Para combatir el miedo al diferente, lo primero que diría es que hay que hacer un llamado a nuestra memoria histórica y a la historia de la humanidad. No sólo mirarnos a nuestro ombligo. En el caso de Bilbao, no sólo vernos como bilbaínos, como que hemos nacido aquí y hemos estado toda la vida aquí, porque la historia de la humanidad está atravesada por al inmigración. Hay muchos políticos, mucha gente, que dice que estamos atravesando la era de las grandes migraciones y sentimos como nunca el impacto de las personas migrantes. Eso sí, claro, si lo vemos desde el punto de vista europeo. Pero ésta no es la era de las grandes migraciones contemporáneas. Fue hace dos o tres siglos cuando efectivamente muchas personas tuvieron que salir de su lugar de origen por diferentes razones», señala la pedagoga colombovenezolana Merlys Mosquera, consultora experta en migraciones forzadas. Mosquera ha sido también directora del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) en Latinoamérica y el Caribe.

«Y lo segundo,que yo creo que es mucho más difícil y mucho más desafiante», continúa Merlys Mosquera, «es que tenemos que tratar de romper con ese miedo que genera la diferencia. No hay sociedad pura, racialmente hablando, somos muy mezclados en el mundo, aunque por supuesto hay tendencias raciales, pero cuando vemos a otro que es diferente lo que nos genera es miedo. Y yo sí creo que hay que desarrollar en las sociedades mecanismos para romper con los miedos, para educarnos en la diferencia, porque es el destino de la humanidad de aquí en adelante. Esos son los grandes desafíos. Y, como individuos, una cosa muy básica, de librito, que nos enseñan en la escuela… tratar de ponernos en el zapato del otro, tratar de comprender que muchas veces los sirios que llegan aquí, los musulmanes, los árabes o, incluso, los latinoamericanos tienen pautas, discursos, modos de comportamiento distintos, pero no es que sean incomprensibles. Hay que tratar de entender esas otras dinámicas, poder dialogar con ellas y poder vivir en la diversidad, porque es invevitable esa diversidad que caracteriza cada vez más a nuestra sociedad contemporanea».

En cuanto a las alternativas, Merlys Mosquera plantea la necesidad de «otras miradas a estas dinámicas capitalistas que están medidas por intereses en función de la posesión de bienes». En este sentido, la consultora en migraciones forzadas, cree que «las miradas del ecofeminismo se preocupan por el bienestar de todos y sobre todo por la relación con el medioambiente. En la implementación de los grandes proyectos extractivos, «productivos», lo que está en juego es la posesión de capital y la provisión de servicios pero hoy no se considera la relación con el medioambiente. Y ya hemos visto, en los últimos 20 años, que nos estamos jugando la posibilidad de vivir en un planeta sano, limpio y con el que podamos convivir y relacionarnos. Yo creo que el ecofeminismo daría un aporte a esta mirada y a la posibilidad de establecer un diálogo con la sociedad porque cuando nuestras motivaciones están muy dadas desde nuestros intereses particulares, desde los intereses de las empresas, por el capital, lo que está en juego son los valores humanos y el modo de relacionarnos. Justo en este momento de la historia necesitamos de mucha hospitalidad, de mucha solidaridad entre las personas y establecer pautas y valores para relacionarnos de mejor manera con el medioambiente. Estamos en sociedades muy consumistas, muy individualistas, donde lo que prima es el bienestar individual, y se necesita romper con muchos de esos esquemas. Y ésto no quiere decir que nos vamos a despersonalizar. No estamos hablando de éso, ni de que vamos a romper con las estructuras del Derecho Internacional ni con la idea del Estado Nación. De lo que estamos hablando es de establecer lazos y puentes para un diálogo mucho más estable, constructivo y equitativo. Las relaciones de poder están creando desequilibrios muy fuertes entre los seres humanos y hay que romper con estos lazos porque nos llevan a la autodestrucción y a la destrucción de la vida en las comunidades. Y, por supuesto, a que las personas que están en mayor vulnerabilidad, los pobres, las mujeres, los niños, estén cada vez en situaciones mucho peores».

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