Océano de las historias

La memoria de la mar y la gente de agua

Ánxel Vila, patrón del Xurelo, de Aguiño, participó en la primera expedición para denunciar los vertidos de basura nuclear en la Fosa Atlántica, frente a Fisterra, en 1981. A partir de esa protesta, al Organización Marítima Internacional acordó el cierre de lso cementerios radioactivos en el mar. Al cumplirse quince años de la catástrofe ecológica del petrolero Prestige frente a las cosas de Galicia, recordamos el poema que Manuel Rivas le dedica a Ánxel Vila, fallecido en 2011, en su libro «La boca de la tierra» (Editorial Visor, 2017).

La fosa atlántica

¿De qué estaba hecho Ánxel Vila?
Ánxel estaba hecho de agua.
Excepto el diente de oro
y la óptica abisal de sus lentes,
todo él era agua.
Somos todos agua con sed,
pero cada uno tiene la suya.
El agua de Ánxel Vila
era agua de mar,
de la memoria del mar.

Cada gota marina
condensa la vida toda,
contiene el Génesis,
las palabras alucinadas
de la primera mujer,
de la desconocida
con collar de conchas,
cabello de algas,
piel de esporas.
La que sabía leer en las manos.
Podemos ver en ellas el asombroso estuario.
La junquera donde chapotea la grey de los misterios,
ese tremedal de alquimia y estupor,
el rayo que descabeza la tiniebla,
el fermento de la ardentía,
la luna que preña los lodos,
el primer bullicio,
el sueño ebrio de la materia
que nada y vuela,
que se levanta y cae
y cae
y que se yergue,
y tambalea, pestañea,
porque hay un mar en sus ojos,
mar de dentro,
mar de fuera,
una lágrima que ríe
tiñe de azul cobalto lo tenebroso.
No caeremos, no, de la línea del horizonte.

¿De qué estaba hecho Ánxel Vila?
Cuántos golpes de mar,
cuántos naufragios,
cuántas manos despellejadas,
cuántos insomnios,
cuántos relojes líquidos
regurgitando latidos,
cuánto estruendo en el vacío,
cuánto rezo, cuánta blasfemia,
cuánta galerna, cuánto mayday,

¿De qué estaba hecho Ánxel Vila?
Cuántas corrientes,
cuántas migraciones,
cuántas derivas,
cuánto planisferio desvanecido,
cuánto faro, gruta,
bruma pegajosa,
cuánta esfera resbalando
como una miga de pan
en el mantel del hule.

¿De qué estaba hecho Ánxel Vila?
De madera.
De la mejor madera.
De la madera que habla
como la proa de roble argonauta.
Eso se notaba en el cuerpo,
en la manera de moverse
él y el barco.
Y en la forma de librarse el pensamiento
hacia tierra escondida,
como hacen las almas
que son barcas
acostumbradas al más allá desde la infancia,
a capear el abismo
con la línea de sutura.

¿De qué estaba hecho Ánxel Vila?
De amor.
Esa palabra, dirá alguno, sería mejor quitarla de los poemas.
En eso estamos.
Se volvió algo de cucaracha,
acorazada, al son opaco de los élitros.
Lo que quieran.
Pero Ánxel Vila estaba hecho de amor.

De mucho amor.
De amor a los suyos, de amor al barco, de amor al mar.
La naturaleza tomando conciencia de si misma.
Sólo un amante pudo trazar ese sendero
en el infinito mangleral.
Y por eso vio en lo invisible
la intermitencia del infierno en el radar.
Nos llevó allí,
de allí nos sacó.
Por amor.
Esa medusa de sombra,
esa ortiga de mar
que escuece piel adentro,
ese bicho,
el amor.

Manuel Rivas.

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