Con la llegada del verano, del calor, la escritora y periodista ítalo-brasileña Marina Colasanti, nos propone en este tórrido relato, en este «El silencio quemado por el sol», tumbarnos en medio del trigal, abrir las piernas, acoger pájaros y asolarnos hasta sentirnos fértiles como la madre tierra.
En el silencio quemado por el sol
En medio del trigal, con las piernas abiertas, acogía pájaros. Siempre así. Con la llegada del verano se sentía fértil, soleada de deseo, madre de la tierra.
Y se acostaba entre los tallos rígidos, las espigas túrgidas, a la espera. Luego, las pardelas venían a anidar entre sus muslos, haciéndola suspirar con la suave caricia de sus alas. Desmenuzaba entre los labios los pétalos de amapolas y gemía. Temblor de plumas, pequeños picos, breve piar, delicias. Y las lenguas del sol sobre sus senos.
Pero era solo al atardecer cuando el gavilán en vuelo dibujaba círculos de sombra sobre el oro, lanzándose como una piedra entre sus carnes para coger a la más tonta de las pardelas, que los tallos se estremecían en fin, inclinando las espigas al supremo grito.
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