«Nuestra historia ha sido narrada y escrita por otras personas, por mujeres mestizas y blancas o por los hombres. Y nosotras mismas nos queremos narrar, escribir, expresar y decir las luchas y resistencias que hemos tenido y han tenido nuestras ancestras. Entonces, en nuestro enfoque de paz estamos poniendo el acento para que realmente la historia de las mujeres negras se conozca por nosotras. El mundo es racista, Colombia es racista, la guerra es racista y queremos evitar que el proceso de paz también sea racista», explica la defensora de los derechos humanos y del feminismo negro, comunitario y popular Bibiana Peñaranda Sepulveda, integrante de la red Mariposas de alas nuevas construyendo futuro, de Buenaventura (Colombia). «Como mujeres hemos resistido en esta guerra y también queremos contar nuestra historia. No queremos que otros y otras, especialmente los hombres, hablen por nosotras. Como mujeres, somos las que sentimos, sabemos qué nos duele y qué es lo que queremos. Y por eso estamos en esta lucha, para visibilizar nuestra situación y decir que también tenemos voz y que nuestra voz es una apuesta política por la que hay que seguir luchando», añade la defensora de los derechos de las mujeres negras Teresa Casas Robledo, integrante de la Ruta pacífica de las mujeres de Chocó (Colombia).
«Las afectaciones de la guerra en las mujeres es distinta. Y en las mujeres negras mucho más. Voy a poner unos ejemplos crudos que reflejan el racismo y la forma como nos violenta mucho más la guerra. En primer lugar, las mujeres negras, en el imaginario social, para muchos hombres y mujeres, somos buenas en la cama, buenas en la cocina o buenas para parrandear o bailar. Entonces, en una guerra, cuando los hombres armados acceden al cuerpo de las mujeres negras el primer cuestionamiento es ‘si para eso nacieron ustedes’, ‘si su cuerpo está para eso’. Hay un cuestionamiento si las mujeres negras dicen que no quieren ser accedidas sexualmente», cuenta Bibiana Peñaranda Sepulveda, de la Red Mariposas de alas nuevas construyendo futuro. «En otro ejemplo, a una de las primeras mujeres negras asesinadas en Buenaventura le cortaron sus nalgas y con ellas hicieron balones de fútbol para jugar, como si fueran dos pelotas. Y, por último, a las mujeres que tienen saberes ancestrales, las mayoras, a algunas de ellas, también las asesinaron y las picaron y distribuyeron por algunos barrios a modo de aviso para el resto de las mujeres sabedoras. Esa es la expresión racista de la guerra. Buscar elementos de la cultura, de las expresiones racistas que están normalizadas y que en la guerra se exhacerban. Ahí es donde nosotras apuntalamos para que la gente vea cuáles son esos elementos racistas en los que la guerra se ensañó con los cuerpos y las vidas de las mujeres negras que son distintas a una mujer mestiza. A ninguna mujer mestiza le han cortado la nalga o le han asesinado por tener un saber especial de su cultura», continúa la defensora de derechos humanos colombiana. «La guerra traspasa el cuerpo y la vida de las mujeres. Y eso permite que las mujeres no puedan ser, no puedan querer y actuar. Y eso es lo que nosotras como mujeres, como organizaciones de mujeres negras, raizales y palenqueras, no queremos que siga pasando. Somos seres humanos y queremos seguir existiendo de de forma natural, normal. Somos pensantes y como tales debemos poner nuestros pensamientos a la palestra de los demás. Nuestras situaciones de vida, de dolor, de guerra… que la gente sepa, en especial los hombres, que nosotras existimos y que igualmente merecemos estar y querer. Y por ese estar y querer es que también llevamos esta lucha por nuestra participación real en los diferentes escenarios, para que se sepa que nosotras también tenemos un dolor y que ese dolor hay que sanarlo. No tenemos porque quedarnos con él porque eso endurece y encrudece más nuestras realidades», añade Teresa Casas Robledo, de la Ruta pacífica de las mujeres.
Bibiana y Teresa han recorrido Europa, junto a otras dos activistas colombianas, en una gira organizada por la Fundación Mundubat para hablar de los derechos de las mujeres indígenas y afrodescendientes en Colombia. «La apuesta en una sociedad racista es que las mujeres negras, o los pueblos negros, no seamos. Entonces, nuestra apuesta en la construcción de paz es ser y seguir siendo. Y seguir transformando. Antes hablaban por nosotras las mujeres mestizas y blancas, los hombres… y lo que estamos diciendo desde hace un tiempo es que somos mayores de edad, personas maduras, humanas, y tenemos una voz propia, hemos construido la historia, tenemos hechos que así lo demuestran», insiste Bibiana Peñaranda. «Y lo otro es que no queremos quedarnos paradas en la victimización sino ser mujeres sociales sujetas de derechos, con poderes políticos y sociales que nos hacen presentes en la sociedad», concluye.
Comentarios
Aún no hay comentarios.