«El #MeToo ha sido acusado de ser muy desordenado, de no distinguir, pero es que está poniendo nombre a algo que no tenía nombre, que no se había contado, que no teníamos relatos, información, primeras personas explicando qué significa, cómo se vive, qué es para la subjetividad sexual de cada una. Y ese fenómeno, de por sí, es desordenado, no tiene un orden ni un protocolo de cómo hacerlo, es acción directa y es liberar y abrir la palabra», explica la periodista, investigadora y profesora universitaria Guiomar Rovira (Barcelona, 1967) al hilo de su último libro, «#MeToo. La ola de las multitudes conectadas feministas», publicado por Bellaterra Edicions y la Fundación Betiko. «Nadie quiere que se caigan sus ídolos, que afecte a sus amigos, que le pase a alguien de su familia, etc. Pero yo también pienso, ¡ni modo!, los hombres que salen, y salen unos cuantos, muchas veces no necesariamente los que más se lo merecen, tienen que entender simplemente que deben reconocer el privilegio que han tenido en cuanto al acceso indiscriminado e irreflexivo al cuerpo de las mujeres, que eso quizás es un problema que va más allá de sí mismos, y tienen que hacer esa revisión. Lo terrible es que muchas feministas y muchas mujeres, que tienen mayor poder de enunciación que las chicas que están en el #MeToo, también se han vuelto en contra del #MeToo llamándolas puritanas y diciendo que denunciar en redes sociales es falta de agencia. Y eso, a mí, me parece alucinante porque qué puede haber con más agencia, capacidad y valentía que poner en un espacio digital o denunciar en cualquier lado lo que te ha pasado, señalar a tu agresor. Eso es un acto brutal de exposición pública y de valentía. Estamos llamando a eso puritanismo, decir que se confunde todo… No, no se confunde nada. Lo que pasa es que evidentemente un proceso de romper el silencio ante un problema de la dimensión de la violencia sexual inevitablemente no podía ser ordenado, disciplinado ni agradable. Nos incomoda y nos va a incomodar porque está tocando el meollo de la construcción del heteropatriarcado y de las relaciones de poder», añade Guiomar Rovira.
«Lo que me parece interesante es que todo el mundo se pone a temblar porque cuando denuncian en el #MeToo a una persona que tú quieres o conoces sientes que no puedes creerlo pero a la vez tienes que creerlo. Y lo que muestra eso es que no es un problema individual sino estructural. La violencia sexual hacia las mujeres, y esta dominación patriarcal, es un problema compartido, de hombres y mujeres, de todos. Todo el mundo tiene que empezar a reformular cómo nos estamos relacionando y de qué manera hemos construido incluso el deseo, a veces el deseo de la conquista y de la sumisión por parte de las mujeres, como todo eso son marcos culturales que ejercen una violencia brutal, violencias que aparecen en la más temprana infancia y la mayoría de ellas incluso en las propias familias. En el #MeToo faltan aún muchos melones por abrir y uno de ellos es el del incesto», cuanta Guiomar Rovira. «Sin duda, gracias al #MeToo hay un silencio que está roto y yo espero que se mantenga. Y lo importante es que tenemos un archivo de denuncias, de casos concretos, de experiencias narradas, que nos han permitido darnos cuenta y entender qué es violencia sexual, acoso, violación… Todo esto ha sido más buscado que nunca en internet durante estos años. Y, a la vez, es importantísima toda esta posibilidad de contar y contarnos, de contar la narración del caso concreto para entender qué le ha pasado a la otra y cómo lo ha vivido, despejarse unas mujeres a otras, ver la dimensión estructural. El #MeToo es importantísimo, todavía no está acabado y, por supuesto, todavía queda mucho por hacer», remarca la autora del libro «#MeToo. La ola de las multitudes conectadas feministas».
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