«Para nosotras es importante que el espectador no sea un ser pasivo, no quiere decir que tenga que salir a escena ni nada parecido, sino que cuando estás viendo una función de teatro no te acomodes en tu butaca y entonces tu cerebro, tu espíritu y tu corazón estén en marcha todo el rato. De alguna manera, esto es lo que nos hace colectivos. Atrapar tu interés, tu corazón, tu pensamiento como para activarte, activar tu imaginación y tu deseo. A eso nos referimos cuando decimos que el teatro es un acto colectivo», señala Anna Güell, actriz, directora y socia de Q-ars Teatre. Esta compañía de teatro, nacida en Barcelona en 2004, ha puesto en escena en Euskadi esta pasada semana, invitadas por la ongd Setem Hego Haizea, dentro de su programa Factoría de valores, la obra «Chipko», una llamada a cuidar el planeta, nuestros bosques, a cuidarnos, a partir de la biografía y luchas de las activistas ecologistas Julia Butterfly Hill y Wangari Maathai.
«El teatro tiene que ser un servicio público, indudablemente. Creo que tiene que existir el teatro de entretenimiento, pero se puede entretener dando la posibilidad a la gente de crear después un poco de debate, proponerte una manera de pensar un poco distinta, abrirte a la luz en alguna otra dirección, que no sea siempre la misma, salir un poco de tu vida cómoda. Y el teatro tiene que ayudar en esto. Igual que sirven los cuentos para entender la vida y que aprendas a vivir, a funcionar, a tener experiencias, a ver y entender cosas que no son las tuyas. Una de las cosas más importantes del teatro es ser un servicio público, dar herramientas para enfrentarte a la cotidianidad y a la vida de formas distintas», explica Anna Güell, fundadora de la compañía Q-ars Teatre.
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