ENTREVISTAS

«El racismo de hoy es la herencia envenenada de nuestro pasado esclavista»

«Hace 25 años hubiéramos dicho, incluso los historiadores, que en Euskal Herria no teníamos un pasado esclavista, que era mentira, que era imposible, porque teníamos el convencimiento de que habíamos sido una isla de antiesclavismo en todo Occidente, eramos la única región europea que había prohibido la esclavitud ni más ni menos que desde el siglo XVI. Hoy en día, sin embargo, decimos que no, que es todo lo contrario. Hemos sido esclavistas, como el resto de nuestros vecinos, y hemos participado en el tráfico esclavista, nos hemos beneficiado y hemos tenido nuestros esclavistas ilustres hasta fechas relativamente recientes. Es más, incluso cuando la esclavitud, sobre todo el tráfico hacia América, estaba ya en decadencia, estaba prohibido, era cuando más vascos se lucraron de ese negocio. Entonces, sí. Hemos sido esclavistas y, es más, en nuestros entornos cercanos todavía tenemos testimonios, lugares, ejemplos, de personajes e historias que nos vinculan con ese pasado. Y no solo ha habido grande esclavistas y tratantes sino también pequeños comerciantes. Es decir, en todos los niveles había gente que se había aprovechado vendiendo, traficando, con cantidades ingentes de esclavos desde África a América, gente que luego se había encargado de vender esclavos «al menudeo», gente que se había aprovechado de tener mano de obra esclava para hacerse rica, y ahí estaban también esos indianos de la diáspora vasca que tenemos en muchos sitios como grandes próceres o personas que habían dejado dinero sacado de ahí para la beneficiencia en nuestros pueblos. Y, es más, es que hemos tenido esclavos entre nosotros. En nuestras calles hubo presencia de esclavos de manera habitual, en cualquier ciudad o pueblo, incluso en los caseríos. No eramos una economía esclavista, como lo eran las de el Caribe, donde había miles, pero aquí también había. Y no estaban prohibidos. Y era una presencia habitual, que no conocíamos nada de ella. Y que tenemos que contar, visibilizar», explica Óscar Álvarez Gila, profesor titular de Historia de América en la Universidad del País Vasco y especialista en migraciones vascas y pasado esclavista. «En los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX se calcula que unos 11 millones de africanos fueron desembarcados en América. Y se calcula que por cada persona que llegó otras 5 personas murieron en el proceso desde la captura hasta su llegada. Es decir, una sangría de unos 60 o 70 millones de personas para un continente como África. Son unas cifras, dimensiones, terroríficas. Y a raíz de esta esclavitud, de tener a África como la gran «cantera» de personas esclavizadas, lo que hicimos fue identificar esclavitud con raza, con características físicas. El racismo que tenemos hoy en día en la sociedad es en gran medida la herencia envenenada de esta esclavitud, que hoy rechazamos pero sin embargo mucha gente sigue teniendo esa idea de que existen personas que por sus rasgos físicos diferentes son inferiores, que simplemente por tener más o menos pigmentos en la piel hay personas que son superiores y otras inferiores», concluye el profesor e investigador Óscar Álvarez Gila.

«Para poder perpetrar una de las grandes iniquidades de la historia, la esclavitud trasatlántica, se conecta con la pigmentación, con el fenotipo. Y todavía hasta el día de hoy se mantiene vigente esta deshumanización necesaria, expresada, logicamente, de otra manera. Hay una división entre mente versus cuerpo. Están quienes crean, inventan, piensan. Y están la fuerza bruta, los buenos para el deporte, los hipersexualizados, que, como digo, no es tan bestia, no se presenta de la misma manera que en el siglo XVIII con el racismo científico y demás, pero todavía permea en los medios de comunicación. Y, por supuesto, se mantiene algo que se utilizó en la colonización, también en la africana, que es esa idea de que son salvajes a los que hay que ayudar, hay que salvar de sí mismos», cuenta Lucía Mbomío, periodista y escritora. Entre otros libros, ha publicado «Tierra de la luz», sobre la explotación laboral de personas migrantes en invernaderos del sur de España. «La esclavitud la vinculamos en términos de pensamiento, lo primero que se nos viene a la cabeza, con barcos blancos que surcan el Misisipi y no estamos pensando en que el Estado español fue en 1886 el último europeo que abolió la esclavitud transatlántica. Y eso fue ayer», añade la periodista y escritora.

«El problema es entender que racismo solo son los nazis. Racismo es también que no se hable de eso, por ejemplo, en los libros de texto. No solo como forma de reconocer un pasado esclavista y colonial sino también como forma de conocer los aportes de las poblaciones no blancas que llevan muchísimo tiempo en la Península Ibérica y que han aportado a todos los niveles. Y que podría explicar también el presente. ¡Qué bien estaría que conociéramos la historia para entender que muchas de las personas que están viniendo en realidad lo hacen no solo por las políticas neocolonialistas sino porque Europa estuvo ahí y estuvo sacando mucho, lo que todavía sucede! Mientras no conozcamos la historia, estas llegadas de personas migrantes las seguiremos viendo como una anomalía, como algo raro. Pero no deja de ser, primero, un movimiento humano universal, de siempre. Y, segundo, la consecuencia de una historia previa que ha empobrecido el Sur», concluye la periodista y escritora Lucía Mbomío.

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