Diario de a bordo

La pelota de la paz

El incidente deportivo, convertido ahora también en político, ocurrió hace unos días en la localidad palestina de Kafer Sur, distrito de Tulkarem, cuando un grupo de niños jugaba al fútbol. Uno de los menores, Amir, golpeó con fuerza la pelota y esta cayó en una zona controlada por el ejército israelí, delimitada por una valla alambrada de seguridad que impide el acceso. La agencia palestina Maan explica que se trata de «tierras confiscadas por las autoridades israelíes» para construir el muro de separación de Cisjordania a través de la aldea de los niños y que solo los soldados pueden acceder a ellas. La construcción del muro del apartheid en Palestina arrancó en 2002.

Para tratar de recuperar su balón, los menores han enviado un mensaje a través de las redes sociales directamente a la ONU en el que denuncian que Israel ha conculcado sus derechos al quedarse su balón o no permitirles a ellos mismos rescatarlo. «Señor, pídale al soldado que nos devuelva la pelota», reclaman los niños a Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas. En su mensaje los niños reclaman la ayuda de la ONU para que interceda ante las autoridades israelíes. Amir y sus amigos explican que no pudieron acudir a buscar la pelota ya que el área está declarada zona de amortiguamiento y se queja de que los soldados israelíes hayan violado sus derechos básicos. De momento, Naciones Unidas no ha contestado a su misiva.

«Shalom» (Paz), saludan los soldados israelíes a las puertas del infierno, en los check-point del muro que los protege de la Palestina ocupada. «Shalom», saludan y humillan. Cada vez que te dan la paz, sientes un dolor en el pecho. «Shalom», disparan. Es la paz de los cementerios. Paz sin vida. «La paz es la palabra que atesora el viajero para el cruce en el camino con el viajero», recuerda el poeta palestino Mahmoud Darwish. «Shalom», armados hasta los dientes. Palabra de soldado. La muerte de la palabra.

La paz es inocente y lleva coletas. Dos crías, solas, con el uniforme del cole y la mochila llena de libros, atraviesan el «portal de Belén», la entrada del muro del apartheid en esa famosa localidad palestina. De un lado, la escuela. Del otro, la casa. Su tierra, partida por un monstruo. Dos niñas, chiquitas. De aquí para allá. Hormiguitas de la paz. Sin prisa. Sin pausa. «La paz es un tren con pasajeros que van o vienen de excursión por las afueras de la eternidad», sueña Darwish. En el muro de Belén, del lado palestino, entre las infinitas pintadas-grietas que lo denuncian, rescatamos una que vimos hace años, la última vez que estuvimos allí, y que no hemos olvidado. Podían haberla pintado Amir y sus compañeros: «Give me my ball back». Devolvedme mi pelota.

pelota Palestina

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