Los milagros existen y basta con ser testigo de alguno para no dudarlo. El último que he visto, ayer mismo, poco después de publicar en este Mar de Fueguitos el relato sobre el poblado turco de Çatalhöyük. Hace unos 9.000 años vivieron allí unas gentes cuyos restos nos cuentan ahora que hay otras maneras de organizarse, de ser, convivir, gozar, sufrir… entre mujeres y hombres. Una comunidad, de no más de 10.000 personas, que podría hacer palidecer en muchos sentidos a nuestra progre y tecnomoderna sociedad. En Çatalhöyük, vivían “mujeres y hombres con los mismos ojos, las mismas manos, el mismo placer al hundirlas en la harina, el mismo compasivo respeto por los muertos, las mismas preguntas silenciosas cada noche mirando el espacio estrellado y el mismo terror”.
Los milagros pasan pero hay que estar bien despierto para atraparlos. «Después de una hora contemplando el mar / salta el delfín: / pero los ojos han de estar abiertos», dice Jorge Riechamnn. Un milagro, ayer mismo, y en estas páginas. Mirábamos desde aquí a las ruinas de Çatalhöyük buscando una lucecita de esperanza y al poco rato alumbrábamos un nuevo seguidor en nuestra cuenta de twitter. Se llama Hasan Hüseyin Çakıcı y es turco. Si entrás en su cuenta, @HasCumra, los más probable, al menos es lo que a mí me ha sucedido, es que no entiendas absolútamente nada. Eso sí, bajo su nombre y su cuenta, hay una palabra que, ahora sí, resulta conocida: Çatalhöyük. ¿Vivirá allí Hasan? ¿Trabajará en las ruinas el poblado? ¿Quién sabe? Lo importante es el milagro: echar la vista miles de años atrás y encontrar a alguien del otro lado.
Como muy bien cuenta el maestro Jorge Riechmann, «siempre aparece el pececillo extraviado en el rincón de la lonja y una vela que alguien había olvidado en el desván».
Si quieres más información sobre este poblado puedes entrar en http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%87atalh%C3%B6y%C3%BCk
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