Fue mi primera gran guerra, al menos ese es el recuerdo que tengo, y como la mayoría de las que siguieron, la perdí. Por suerte, no me tocó acudir al campo de batalla. Las bombas, los muertos, las masacres, me llegaban a través de los periódicos y la televisión. De ahí, y, sobre todo, de los testimonios y noticias que inundaban SOS Balkanes, organización en la que colaboraba en aquella época. Tiempo después, hace apenas unos años, tuve la suerte de viajar y conocer esos lugares que años antes me habían estremecido: Sarajevo, Mostar, Dubrovnik…
Han pasado poco más de dos décadas pero pareciera que fueran dos siglos. Estos días, sin embargo, la Guerra de los Balcanes, mi primera gran guerra, ha vuelto a mi cabeza, a encendido mis recuerdos, a revuelto mis entrañas. Los culpables, dos impagables libros, dos testimonios que no deberían faltar en ninguna de nuestras bibliotecas caseras. No en vano esta fue una guerra que alimentamos y consentimos en el patio de nuestra casa. Esos libros son: «Los bosnios», de Velibor Colic (Editorial Periférica, 2013) y «Sarajevo», de Izet Sarajlic (Ediciones Valparaiso, 2013)
Velibor Colic nació en 1964 en la pequeña ciudad de Modrica (Bosnia), donde fueron reducidos a cenizas su casa y sus manuscritos durante la guerra. Alistado en el ejército bosnio, desertó en mayo de 1992 y fue hecho prisionero; sin embargo, logró escapar y se refugio en Francia, donde vive actualmente.
Aquí podéis escuchar y leer varios relatos de su libro «Los bosnios»:
Soldado desconocido
Durante uno de los violentos bombardeos que cayeron sobre los pueblos croatas de la Posavina bosnia, los soldados del HVO (Consejo Nacional de Defensa Croata) descubrieron un obús que no había estallado.
Sobre la bomba, alguien había escrito en cirílico, con una letra torpe y apresurada: no todos los serbios son iguales.
Niñita anónima
Ante una de las escasas casas musulmanas del barrio serbio de Modrica descubrieron, en una mezcladora de cemento, el cadáver machacado de una niñita de nueve años, desnuda.
Desde el principio de la guerra no había electricidad en Modrica, por tanto debían de haber hecho girar la mezcladora a mano.
Por su parte, Izet Sarajlic (1930-2002) escribió sus primeros poemas coincidiendo con el final de la Segunda Guerra Mundial, en la que los camisas negras fusilaron a su hermano Eso. Autor de una treintena de libros, es señalado de forma unánime como uno de los prncipales poetas eslavos del siglo XX. Durante los 1336 días de asedio en Sarajevo, el poeta permaneció allí junto a su familia. Aquí tenéis algunos de sus poemas:
Una calle para mi nombre
Paseo por la ciudad de nuestra juventud
y busco una calle para mi nombre.
Las calles grandes, ruidosas,
se las dejo a los grandes de la historia.
¿Qué hacía yo mientras se hacía la historia?
Simplemente te amaba.
Busco una calle pequeña, simple, cotidiana,
a través de la cual, sin llamar la atención de nadie,
podamos pasear incluso después de la muerte.
No es importante que tenga un paísaje hermoso,
tampoco que haya pájaros.
Lo importante es que en ella puedan tener refugio
cualquier hombre o perro en peligro.
Sería hermoso que estuviera empedrada,
pero tampoco esto es imprescindible.
Lo más importante es que
en la calle que lleve mi nombre
no le suceda nunca a nadie una desgracia.
Otros poemas:
A los amigos de la ex Yugoslavia
¿Qué nos ha sucedido a todos, amigos?
No sé qué hacéis ahora.
Qué escrbís.
Con quién bebéis.
Qué libros leéis.
No sé siquiera si somos todavía amigos.
A Bora Spasojevic, arquitecto, director de Sarajevo-stan, amigo y hombre
Antes de la guerra,
te prometí un poema
sobre Sarajevo.
Aquel último día que te vi
lo escribiste tú mismo,
mientras llorabas delante de las cámaras de televisión
por la ciudad destruida.
A mí sólo me queda firmarlo.
La delicadeza humana
Delicadeza humana,
¿dónde estás?
¿Tal vez sólo en los libros?
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