El campamento de refugiados saharauis de Dajla padeció una fuerte epidemia de cólera a finales del siglo XX que obligó a cerrar todos los pozos domésticos de agua de los que se abastecía la población. Hoy, el 60% del agua llega a las familias a través de cisternas móviles semanales y el resto a través de canalización. Cada 20 familias disponen, junto a sus jaimas, de una manguera de agua con la cubrir sus necesidades, alrededor de unos 600 litros de agua a la semana por familia.
La epidemia de cólera obligó a sondear en búsqueda de nuevos pozos y así se localizó los que abastecen hoy a los campamentos. Si hasta entonces los pozos se encontraban a 2 o 3 metros de profundidad, ahora el agua se extrae a una profundidad de 76 metros. Hay muchísima agua potable pero es muy salada y cargada de fósforo lo que provoca efectos secundarios sobre la salud de los refugiados: fragilidad osea, perdida de esmalte dental…
Conversamos con Bere Sidahmed Tayeb, uno de los responsables del suministro y abastecimiento de agua en Dajla, sobre lo que supone para los refugiados saharauis disponer de este preciado bien. Además, nos cuenta también el secreto del rico té que toman a todas horas las familias saharauis: el agua con el que lo preparan sale de un pozo a 160 kilómetros de Dajla, muy cerca de Tinduf. Un agua con la que el té logra un sabor sabroso, cargadito, y que, además, por sus propiedades, necesita menos té y azúcar para su elaboración.
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