«Hemos recuperado la dignidad como poblaciones campesinas indígenas originarias. Antes no eramos reconocidas como parte del Estado boliviano, antes nuestra lucha no tenía ningún fruto, no era oída por los gobernantes de turno. Ahora, sí», señala Marcia Edith Gonzales, coordinadora de proyectos de la asociación Bartolina Sisa. En el debe, sin embargo, reconoce que «la tierra aún sigue estando en manos de unos pocos, unas 100 familias, y no hay una política seria desde el Estado para redistribuirla».
Marcia Edith Gonzales y sus compañeras María Muñoz de Serrudo, secretaria ejecutiva de la Federación Departamental de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Santa Cruz, y María Mamani Segovia, secretaria general de la Subcentral de Mujeres Indígenas Originarias Campesinas Productoras 11 de octubre del municipio de San Pedro, hablan de los cambios que ha sufrido su país desde la llegada al poder de Evo Morales. «Siete de cada diez mujeres en Bolivia sufren violencia de género. Hay una ley para garantizar una vida libre de violencia pero no hay un presupuesto para que la ley se aplique. Tampoco hay una política seria desde el Gobierno para afrontar la lucha por la equidad de género y la lucha por la despatriarcalización, que para nosotras son fundamentales porque no basta con que las mujeres conozcamos nuestros derechos, también hace falta que los varones renuncien a sus privilegios, a sus posiciones de poder que el patriarcado les ha asignado historicamente». En este sentido, son conscientes que queda aún mucho camino por recorrer, que «todavía resta, por ejemplo, que las mujeres que han accedido al poder político puedan incluir en sus agendas las demandas del resto de mujeres». Para las integrantes de Bartolina Sisa, «queda mucho por hacer pero no se puede esperar otra cosa de un Estado patriarcal en el que los gobiernos y las políticas siguen en clave de varones».
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