El periscopio invertido, Océano de las historias

La historia del mal sueño de la niña Defensa Zapatista, lo urgente y lo importante

Esta historia arranca con las lágrimas de una cría zapatista y se despide con un sueño. El Subcomandante Insurgente Galeano desvela en este relato, frente a la congoja de la niña Defensa Zapatista y con el ejemplo de John Berger bien presente, qué hacer y cómo cuando toca elegir entre lo urgente y lo importante.

Lo urgente y lo importante.

La historia que les voy a contar es un poco triste. Lo es porque contiene las lágrimas de una niña zapatista. Pero, a pesar de eso, o precisamente por eso, se las cuento porque, al escucharles hablar, exponer, reflexionar y tratar de responder y enseñar, me he imaginado lo que sigue. No sé si ustedes lo han hecho. Si no, se los recomiendo, piensen en lo que sigue.

Me he imaginado que estamos en otro tiempo hace adelante. Va:

Sin que la antecediera un balón, había llegado a mi champa “Defensa Zapatista”. En su carita se veía que había estado llorando, y todavía algunas lágrimas le brillaban en las mejillas. “Defensa Zapatista” sostiene que las niñas no lloran, que eso es cosa de hombres, que las mujeres son fuertes. Así que entendí por qué la niña había venido a mi champa, donde sólo habitan fantasmas y silencios. Aquí está segura, aquí puede llorar sin que nadie, como no sea yo, la mire. Aquí puede guardar su fortaleza en un cajón y dejar que el sentimiento le llene la mirada y haga líquida la pena.

Yo no le dije nada. Hice como que no la miraba, como que estaba barriendo el piso del tabaco y los papeles arrugados que se extendían alrededor de la mesa.

Al fin, ella se limpió las lágrimas con el paliacate rojo, suspiró y carraspeó para decirme:

“Oí Sup, ¿tú lo sabes lo que es mal soñar?”

“De por sí”, le respondí, “los malos sueños se llaman pesadillas”.

Ella se interesó y preguntó: “¿y cuál es su trabajo de las quesadillas, por qué y quién las hizo?, porque son muy fieras.”

“Se llaman “pesadillas”, no “quesadillas”. Las quesadillas son buenas si tienen queso. Las pesadillas no son buenas. Pero, ¿por qué me preguntas eso?”

“Es que lo soñé muy fiero y me desperté así como con un dolor en la panza, como que no está cabal, como que duele”, dijo.

“Cuéntame pues”, la animé y encendí la pipa.

“Bueno, resulta que soñé que estamos en la asamblea del pueblo, que resulta que está muy cabrón la situación por su culpa del mal sistema. Y que está llegando mucha gente a pedir entrada en el pueblo porque en otros lados ya nomás no se puede vivir, entonces se viene la gente porque nosotras como zapatistas sí nos preparamos.

Pero está llegando gente hasta de otros sus países que a saber dónde quedan.

Entonces pues no está cabal la comida y la comunidad tiene que producir más la tierra, porque como zapatistas pues tenemos que apoyarnos con otros pueblos del mundo porque somos como quien dice compañerismos.

Entonces están viendo en la asamblea cómo se van a organizar para darle alimento a esas hermanas y hermanos.

Entonces pasa que alguien de la asamblea dice que hay que buscar más terreno donde se puede sembrar.

Y entonces otro dice que en el potrero donde lo jugamos el fútbol, que lo vio que ya floreció el Petumax con sus flores, así como blancas, pero no, así como grises pero no, creo color crema o no sé cómo se llama su color.

Y que lo vio que también está el Chene´k Caribe, y sí cierto porque yo de por sí lo juego sus flores como que son pollitos.

Y que también la miró que está la Sun que parece girasol, pero no es.

Entonces dijo el compañero ése, que eso quiere decir que ya está buena la tierra en el potrero, que ya se puede sembrar ahí maíz y frijol.

Y entonces yo como quien dice que me preocupé, porque ahí en el potrero es donde lo vive el caballo choco, y donde jugamos fútbol. Bueno, no mero jugamos porque no hemos completado el equipo, pero lo practicamos y entrenamos con muchas ganas.

Entonces la autoridad le pregunta a la asamblea si está de acuerdo que se siembra en el potrero y se hace milpa ahí, o si hay alguien que no está de acuerdo pues que lo dice su palabra para ver cómo se hace.

Entonces toda la asamblea está en silencio y nadie pide la palabra. Y yo quiero hablar para decir que no siembren en el potrero, porque entonces ya no vamos a poder jugar, que sea entrenar. Pero no sé cómo voy a decir, porque lo veo que sí se necesita el alimento para apoyar a esas otras hermanas y hermanos.

Y estoy con la angustia porque nadie dice nada y yo no tengo el pensamiento para convencer a la asamblea, y lo veo en su ojo de la autoridad que ya va a decir que, si nadie tiene otra palabra, se aprueba que se siembre en el potrero.

Y ahí estoy yo, buscando un buen pensamiento y no encuentro, y me da coraje que no encuentro buena palabra y con el coraje se me salen las lágrimas, y no es que estoy chillando, sino que es por coraje de no saber.

Y ahí nomás me desperté y me vine corriendo. Y en el camino más coraje me da por el pinche sueño malo ése, que quién lo mandó o por qué hace así”.

Conforme ha ido hablando, el rostro de “Defensa Zapatista” va reproduciendo en sus facciones el dolor y la desesperación.

Yo me quedé callado, pero la niña se me quedó viendo como esperando qué voy a decir.

Aunque yo me di cuenta de que “Defensa Zapatista” no había venido al diván, ni sólo a desahogarse, estaba buscando las palabras adecuadas, porque entendí que la niña no llegó sólo a esconderse, también a buscar respuestas y yo, pues soy el subcomandante de acero inoxidable, el que, según el criterio de “Defensa Zapatista”, tiene el grave defecto de ser hombre, pero nadie es perfecto, y además yo dejo que el gato-perro se suba en el teclado y arruine los textos, a veces tengo galletas para compartir (que, para Defensa Zapatista significa que ella y su animalito se zampan todas las que me gustan y las que no también, y sólo me dejan el paquete vacío), y cuento historias donde ella y su pandilla hacen travesuras y salen triunfantes.

Entonces les estoy presentando como quien dice el contexto, para que entiendan que la niña en realidad no había ido a contarme un mal sueño, sino a presentarme un problema.

Como había estado revisando el baúl de los recuerdos que el difunto SupMarcos me dejó en custodia, recordé haber visto algo que podría servir. Le hice a “Defensa Zapatista” una señal de que espere, y empecé a buscar y encontré, debajo de los dibujos que, cuando estuvo aquí en el Cideci, trazó John Berger, lo que estaba buscando. Los papeles estaban ajados, manchados de tabaco y humedad, pero la torpe letra del finado era todavía legible.

Volví a cargar la pipa y la encendí. Leí casi en silencio, sólo haciendo algunos gestos y emitiendo gruñidos incomprensibles.

La niña me miró en suspenso, esperando. El gato-perro había dejado en paz el ratón de la computadora y, con las orejas paradas, permanecía expectante.

Después de hacerme el importante unos minutos, le dije:

“Ya está, no hay problema. He encontrado la solución para tu pesadilla. Resulta que en este escrito el difunto SupMarcos, que diosito lo tenga en su santa gloria y la virgencita lo llene de bendiciones, explica que las pesadillas son problemas y que se pueden aliviar si lo resuelves el problema de la pesadilla.

Entonces dice que los sueños son las soluciones a las pesadillas.

Que lo hay que hacer es encontrar la solución y entonces ya sale el sueño bueno.

Que con eso te ahorras un chingo de paga de psiquiatras, psicólogos, terapeutas y antiácidos. Ok, eso no viene al caso.

Y en este otro escrito, dice que el problema no sólo es saber qué es lo urgente y qué es lo importante.

Lo urgente es lo que tienes que hacer ya, y lo importante es como, por ejemplo, lo que sabes que se debe hacer.

Por ejemplo, en tu caso de tu mal sueño que me cuentas, lo urgente es que los compas tienen que hacer más producción de alimentos; y lo importante es que no se pierda el lugar donde se juega.

Entonces pues es un problema grave porque si se cuida el lugar para jugar, pues entonces no se siembra y hay hambre; y si se siembra, pues entonces ya no hay donde juegan.”

“Defensa Zapatista” asentía convencida a lo que le iba diciendo. Yo seguí:

“Entonces dice aquí el finado que eso se llama “opción excluyente”, o sea que haces una cosa o haces otra, pero no se puede las dos. El SupMarcos dice que casi siempre eso es falso, o sea que no es fuerza que una cosa u otra, sino que se puede imaginar otra cosa diferente. Y pone el ejemplo de los pueblos originarios, o sea que indígenas.

Dice: “Por ejemplo, los pueblos originarios, desde hace siglos, todo el tiempo hacen al mismo tiempo las dos cosas, lo urgente y lo importante. Lo urgente es sobrevivir, o sea no morir, y lo importante es vivir. Y lo resuelven con resistencia y rebeldía, o sea que se resisten a morir y al mismo tiempo crean, con la rebeldía, otra forma de vivir. Entonces dice que siempre que se pueda, hay que pensar de crear otra cosa.”

Dejé los papeles y me dirigí a “Defensa Zapatista”:

“Entonces lo que yo creo que puedes hacer en tu problema del mal sueño, es explicarle a la asamblea lo que es urgente y lo que es importante.

O sea que las dos partes tienen buen pensamiento, pero que si escogen una pues lo chingan la otra.

Y entonces explícalo a la asamblea que no es fuerza que una cosa u otra cosa, sino que hay que pensar en otra una, algo diferente pero que quedan cabal las dos cosas.

Y entonces no es que se resuelva el problema de la asamblea ni tu problema, sino que ya es otro problema.

Y en el nuevo problema, tienen que pensar los dos, o sea la asamblea y tú.”

Todo el tiempo, la niña había estado sentada, quieta, con su manita apoyando su barbilla, poniendo atención.

Contra su costumbre, el gato-perro también se había estado quieto.

“Defensa Zapatista” quedó en silencio, mirando al suelo fijamente.

No sé mucho de lo que pasa en la cabeza de una niña. De un niño sí, porque tal vez no he madurado a pesar de los kilómetros recorridos. Pero las niñas, aunque ya tengan edad, siguen siendo un misterio que tal vez las ciencias puedan algún día resolver.

De pronto, “Defensa Zapatista” volteó a mirar al Gato-perro, y el susodicho, a su vez, la miró a ella.

La mirada mutua duró sólo unos segundos, y el Gato-perro empezó a brincar, a ladrar y a maullar. La carita de la niña se iluminó y casi gritó:

“¡Sí, el Gato-perro!” y empezó a brincar y a bailar junto con el mencionado.

Yo no sólo puse cara de que no entendía nada, en efecto no comprendía a qué venía eso. Pero, resignado, esperé a que “Defensa Zapatista” y el Gato-perro se calmaran, lo que no ocurrió hasta pasados unos minutos que me parecieron eternos.

Al fin se detuvo la algarabía y, aún agitada, la niña me explicó:

“¡Es el Gato-perro, Sup! Lo tengo que llevar al Gato-perro a mi mal sueño y lo tengo que llevar a la asamblea y él me va a ayudar y entonces ya va a ser un buen sueño.

Aquí estaba la solución de la problema pero no la había estudiado.

Es el Gato-perro, siempre ha sido el Gato-perro.”

Creo que mi cara de “¡What!” debe haber sido muy evidente, porque “Defensa Zapatista” se sintió obligada a aclararme:

“A ver te lo explico Sup: el Gato-perro ¿es gato?, pues no. ¿Es perro?, tampoco. Entonces no es ni una cosa ni otra, sino que es otra una, es un gato-perro. Si lo muestro al Gato-perro en la asamblea, claro lo van a ver que hay que hacer otra cosa, que quedan contentos ambos dos mutuamente de acuerdo”.

Yo no podía entender cómo la asamblea iba a dar, como quien dice, el “salto epistemológico” de esa cosa, o lo que sea el Gato-perro, y la disyuntiva entre el potrero para jugar o el potrero para sembrar. Pero parece que a “Defensa Zapatista” eso le tenía sin cuidado.

Al otro día, camino al pueblo, pasé por el potrero. Ya la noche empezaba a nacer del suelo y como quiera seguía el sonido de quienes rasguñaban el muro. Aún había luz suficiente, porque “Defensa Zapatista” estaba en el campo, reunida con un grupo en el que reconocí al viejo caballo choco que la acompaña a veces, al Gato-perro, y al Pedrito. Había también dos hombres, uno bajo y otro alto, a quienes no identifiqué y supuse que eran de la Sexta y que la niña los estaba tratando de incorporar a su siempre incompleto equipo.

Me vio de lejos la niña y me saludó agitando la mano. Correspondí al saludo, dándome cuenta de que “Defensa Zapatista” había resuelto el problema porque reía y corría de un lado a otro, mostrándole al grupo dónde deberían colocarse en un dispositivo que me semejó la figura de un caracol.

Seguí mi camino, recordando el final de aquel día de lágrimas, cuando ya sonriente y con la carita iluminada, “Defensa Zapatista” se despidió:

“Ya me voy ya, Sup, me tengo que ir”.

“¿Y qué vas a hacer?”, le pregunté.

Ya se alejaba cuando me gritó: “Voy a soñar”.

Mientras esperaba a que se reunieran las compañeros y compañeros para la plática que me tocaba dar, la noche llegó con sus propios pasos y sonidos.

Pensé entonces que tal vez al finado SupMarcos le hubiera gustado estar presente en el sueño de “Defensa Zapatista” y así saber cómo argumentó la niña y cuál fue la decisión de la asamblea.

O tal vez estuvo ahí de por sí. Porque, al menos en estas tierras, los muertos andan de un lado a otro. Con nosotros ríen y lloran, con nosotros luchan, con nosotros viven.

Muchas gracias.

Desde el CIDECI-Unitierra, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.

SupGaleano.

México, enero del 2017.

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