«Hasta ahora han pasado 200 niños y niñas por el programa Urretxindorra y estamos muy satisfechos. A través de la mentoría social con preadolescentes de origen migrante hemos decubierto situaciones que no se hubieran destapado de otra manera o habrían tardado más en destaparse. Situaciones de una cierta discriminación, de bullying, de identidades complicadas, etc. Y, además, el proyecto tiene también una parte importante de prevención porque estos niños y niñas son preadolescentes y están a punto de entrar en edades en las cuales los problemas se hacen más grandes. Y la mentoría ayuda, colabora, en posibilitar que entren con mejores herramientas, con una mejor autoestima, sin los ruidos que genera, aparte de las injusticias, la discriminación, sintiéndose una más en el aula, independientemente de su acento o de donde hayan venido», explica Karlos Ordoñez, coordinador de proyectos de mentoría en SOS Racismo Gipuzkoa. Una mentora, la mayoría son mujeres, o un mentor, es una persona que ayuda de forma voluntaria a otra de menor experiencia o conocimiento en su proceso hacia la superación de obstáculos laborales, sociales, académicos o de cualquier otro tipo. La Coordinadora de Mentoría Social, de la que forma parte SOS Racismo Gipuzkoa, está conformada por 14 organizaciones y tiene en marcha alrededor de 20 proyectos. En el caso de SOS Racismo Gipuzkoa, llevan a cabo, desde hace 7 años, el proyecto Urretxindorra, con menores, y otros dos proyectos más, uno con personas refugiadas y otro con mujeres.
«El programa Urretxindorra está destinado a niños y niñas preadolescentes que son de origen migrante y tienen una historia muy sencilla de contar y muy dura de vivir. Son niñas y niños que están aquí porque sus familias, en muchos casos sus madres, han venido aquí a buscarse la vida, al mismo tiempo e incluso años después. Y venir aquí supone de alguna manera estirpar a esa niña o niño de su realidad, de esa realidad en la que llevan viviendo desde que nacieron, sus amigos, su cultura, su origen, su atmósfera, y traerles a otro lugar en el que en principio no lo tienen muy fácil, les cuesta hacer amistades, entender y hacerse entender, no saben a quién explicar lo que les está pasando… un proceso migratorio que en el caso de estas niñas y niños ve aumentada su dificultad por la edad y por los problemas para encontrar cómplices en su vida diaria», cuenta Karlos Ordoñez, coordinador de proyectos de mentoría social en SOS Racismo Gipuzkoa.»Este programa lo que hace es proponer a cada uno de estos niños un acompañante, que es un poquito mayor y también estudiante universitario o de grado superior, chavales y chavalas de unos 20 años. Y a lo largo de un curso escolar se encuentran todas las semanas, dos o tres horas, para aprovechando el espacio de ocio encontrarse, hablar, hacer actividades juntos… Y eso va dando forma a un vínculo entre ambos que posibilita una comunicación que en muy poco tiempo se hace bastante intensa y potente. Estos niños y niñas terminan haciéndose amigos de una persona un poquito mayor y se cuentan sus cosas, van a jugar, se lo pasan bien, hablan de sus dificultades. Y, al mismo tiempo, el estudiante que ejerce de mentor encuentra también en esta relación la posibilidad de conocer relidades que aunque están aquí mismo igual son bastante desconocidas. Y así amplían sus posibilidades de relación, su visión del mundo».
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