«Sabemos que en 1512 Diego de Landa, un obispo invasor y destructor, manda quemar los códices que se encontraron en nuestro territorios para quemar toda la información y la memoria que los pueblos pudiéramos tener. Pero no contaban con que las mujeres guardáramos en nuestros pensamientos y conocimientos todos estos saberes que se expresan en los tejidos. Y, ahora, la lectura que le damos a varios de los símbolos que tenemos, como los rombos, el comatzin, las propias flores, los animales, la información que nos dan, es por lo que decimos que nuestros tejidos son los libros que la colonia no puedo quemar», explica la agricultora y tejedora maya kaqchikel Milvian Auspac (Santiago Sacatepéquez, 1982), integrante del Movimiento nacional de tejedoras mayas de Guatemala y de la asociación femenina para el desarrollo de Sacatepéquez (AFEDES). «En el año 2012, dos diseñadoras han amenazado a dos tejedoras vinculadas a nuestra organización y les han dicho que pueden ir a la cárcel si siguen tejiendo determinados símbolos en sus huipiles. Lo que han hecho es que han movido unos símbolos, han cambiado algunos colores, y con eso se apropian de la pieza completa. Y luego amenazan con patentarlo. Y sabemos que en este mundo que está muy occidentalizado, que hay una visión muy positivista del derecho, el primero en registro es el primero en derecho. Y, en este caso, si se concreta la patentización de estos diseños ya tendríamos la prohibición para poder tejer nuestros propios diseños. Por eso, María Elena Curruchiche, una nana y autoridad de San Juan Comalapa, ha dicho que en el movimiento de tejedoras luchamos para evitar que nuestras nietas se hinquen delante de las empresas para pedirles permiso para poder tejer», añade Milvian Aspuac. En este sentido, varios grupos de mujeres han presentado una iniciativa de ley en el Congreso de Guatemala para proteger las vestimentas y textiles mayas del expolio de las empresas trasnacionales y para que se reconozca la propiedad intelectual colectiva de los pueblos indígenas sobre sus tejidos.
«El racismo nos ha separado al artista de su arte y entonces hay una admiración por la belleza y las obras que se crean pero un desprecio por las personas que las elaboran. La gente que teje es maya, gente que no tiene valor, por lo tanto los tejidos en nuestras manos son muy baratos. Cuando pasan por las manos de una persona que es diseñadora, o tiene algún renombre o empresa, el tejido automáticamente adquiere un valor muy grande. Por eso hablamos de la problemática de la mercantilización y la apropiación cultural que hay sobre nuestros tejidos», explica Milvian Auspac, integrante del Movimiento nacional de tejedoras mayas de Guatemala. Milvian ha visitado Bilbao para hablar de la labor que desarrollan en Guatemala invitado por la delegación de la ONGD InteRed en Euskal Herria.
Comentarios
Aún no hay comentarios.