ENTREVISTAS

«La mejor forma de oponerse a las guerras no es protestar cuando están en marcha sino dejar de producir armamento»

«Hay una serie de temas pendientes, el cambio climático, la falta de materias primas, cómo poner los cuidados en el centro de la vida… que requieren un abordaje amplio sobre cómo intentar cuestionar el sistema productivo, el capitalismo, que es quien origina buena parte de todos los males a los que tenemos que hacer frente ahora, y lo que proponemos, y explicamos en este libro, es que entre un abanico muy amplio de gente, lo que llamamos un auzolan, Euskal Herria se plantee la posibilidad de que, partiendo del ejemplo concreto de la producción militar, entre muchos agentes, nos pongamos a pensar cómo hacemos para cuestionar precisamente esa producción y para que los trabajadores y las trabajadoras, protagonizando ese proceso, empiecen a pensar qué producción alternativa se podría hacer en esas fábricas de tal forma que se llegue a un momento en que en Euskal Herria no haya fabricación para la muerte», explica Antonio Escalante, integrante de Gasteizkoak, colectivo antimilitarista que acaba de publicar el libro «Conversión de la industria militar en Euskal Herria para no fabricar más guerras». «Pensamos que la mejor forma de oponerse a las guerras no es protestar cuando ya están en marcha sino intentar que las guerras no surjan y, para que no surjan, lo que necesitan las guerras son armas y si no hay producción de armamento no hay guerras. Y ese objetivo sí que pensamos que es alcanzable dependiendo de la voluntad de la población. Y ese objetivo podría ser llegar a una Euskal Herria sin fábricas de armamento», añade Antonio Escalante.

«La industria militar es experta en reinventarse. Es más, no solo eso sino que en los últimos años están dándole vueltas, y cada vez es más evidente, a cómo presentarse ante la opinión pública como un sector que está apoyando la conversión ecológica, la resilencia e incluso preocupándose de la salud mental de las personas porque al dotarles de seguridad evitan que tengan problemas mentales. Todo eso es una operación de marketing, impulsada a nivel europeo, y en la que aquí el Gobierno Vasco participó con la creación de un código ético de la industria militar que era un lavado de cara de esa industria», explica Antonio Escalante, de Gasteizkoak.

«Uno de los temas que más nos duele es ver cómo las instituciones educativas, que deberían estar justo en lo contrario, en los últimos años tienen más relación y dependencia con la industria militar. Buena parte de las empresas de la industria militar lo que están consiguiendo a través de distintos convenios y a través de la creación incluso de cátedras con el nombre de la empresa es introducir los contenidos que quieren que se den en las distintas ramas que les interesan de los estudios. Y a cambio ofrecen luego plazas de prácticas en sus empresas o un número determinado de contratos. Pero no solo eso, sino que desde el ámbito e la investigación, y hay un caso desgraciadamente paradigmático en la Universidad Pública de Navarra, se impulsan investigaciones directamente ligadas a la producción militar o relacionadas con la OTAN. Y eso se está dando ya no solo en ámbitos universitarios sino de la Formación Profesional o incluso alguna empresa, como es el caso de ITP Aero, está creando ya campamentos de verano en los que la adolescencia, con 14 años, va entrando en contacto con el sistema productivo de la empresa. Y todo eso está pasando aquí y ahora sin la contestación que debería haber por parte de las instituciones educativas», comenta Antonio Escalante, integrante del colectivo antimilitarista Gasteizkoak.

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