«Este soy yo, el negro de carne ulcerada. Esta es la herida que queda de un hombre, un animal enfermo, naufragando en los escombros de la memoria», confiesa, al poco de arribar a puerto, el protagonista de «Llegada a Valencia», un poema de la portuguesa María Joâo Cantinho, de su último libro «Cincel y luz» (editorial Difácil).
Llegada a Valencia
Pisé el suelo de Valencia y lloré como un niño
tal vez mirase hacia el cielo, una vez más,
mientras las lágrimas me quemaban la piel.
Este soy yo, el negro de carne ulcerada.
Esta es la herida
que queda de un hombre
un animal enfermo, naufragando
en los escombros de su memoria.
Pisé el suelo de Valencia y lloré como un niño
dejé atrás mis muertos,
atrás mi lengua
y mis sueños,
mi amada, muriendo
bajo los golpes de sus verdugos.
Escribes por la noche la página de sangre
que te atraviesa el cerebro
y nada equivales a nada
solo el torpedear de los pensamientos
y el galope de la sombra
rasgando la luz
buscándote
desesperadamente
buscándote.
María Joâo Cantinho, de «Cincel y luz» (Editorial Difácil)
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