«Paradójicamente, como dice el refrán, ‘árbol que da frutos le llueven las pedradas’. Y eso significa que si el movimiento social ha sido tan reprimido, con tanta violencia, es porque algo está haciendo. Si no fuera un peligro, si no fuera una amenaza, no habría necesidad de policías ni militares para andar reprimiendo a la gente. Si la hay, es porque la gente, el movimiento social, no está conforme, se está movilizando, está cuestionando, abriendo brecha, buscando camino, enfrentándose… Yo creo que eso nos debe dar esperanzas porque hay una América Latina viva, que disfruta, que plantea alternativas», señala el sociólogo y activista Gustavo Castro, integrande las asociaciones Otros Mundos Chiapas y Amigos de la Tierra México. «Hay que seguir intentándolo, picando piedras o aventándolas, buscando caminos, con lo que tengamos a mano», añade Gustavo.
Hace ya más de 30 años, desde finales de la década de los ochenta, cuando acompañó a grupos de refugiados guatemaltecos en el sur de México, que Gustavo Castro investiga y coordina acciones ciudadanas y redes de apoyo a comunidades y grupos indígenas en peligro y amenazados por la construcción de presas, autopistas o el despojo de sus tierras a manos de las empresas trasnacionales. El 3 de marzo de 2016, Gustavo saltó a las portadas de los medios de comunicación de todo el planeta al convertirse en el único testigo del atentado en el que asesinaron a la activista ecologista y lideresa Berta Cáceres. «Lo que antes era un derecho humano, por ejemplo la manifestación pacífica y pública, ahora es ya un crimen. Los gobiernos han modificado la legislación para evitar o inhibir la protesta social pacífica, el reclamo de los derechos humanos, la vivienda, la salud, etc. Entonces, no podemos seguir con las mismas acciones cuando esa manera se nos ha criminalizado», explica Gustavo Castro. «Yo creo que tenemos que cambiar la forma de resistir, tenemos que generar otras maneras de construir procesos colectivos comunitarios, tenemos que cuidarnos más, protegernos más. Y además, al final de cuentas, también la solidaridad y la presión pública y mediática tienen que cobrar un papel importante para que los gobiernos no mantengan tanta impunidad y violencia», afirma el activista mexicano.
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