«Mi gata y yo somos de la misma religión, profesamos el gatinismo, es decir, somos gatólicas, agastólicas y gatomanas», proclama la poeta colombiana Gloria María Bustamante. Su gata se llama Canela y a su ronroneo mantra, a su canto celestial, le ha dedicado Gloria este maullido y mullido poema que ella misma recita.
Canela mística
Yo oro mirando a mi gata, su ronroneo adentro es un mantra, toda su vida es un canto de contemplación.
Yo rezo viendo vivir a mi gata, sus pasos son una lenta peregrinación y su sueño es una confesión de ella con ella misma, mística comunión.
Yo alabo a las diosas acuclillada en su oceánica mirada, expio todos mis pecados cuando sufro por su encierro.
Ella me da la comunión pasando su guante con sutileza sobre mis párpados y me dice ‘la paz esté contigo’ cuando se acuesta en mi pecho a ronronear y yo entiendo la piedad.
Mi gata es una misa y yo asisto obediente a su ritual.
Ella se prepara celósamente, ungiendo con agua bendita de su lengua cada dedo, cada pelo. Medita con los pies adentro o tapándose los ojos, en posición fetal. Luego se postra frente a mi y con ojos de cuchillo azul me lanza una pregunta y yo vengo a su confesionario de miradas cada día.
Ella me santigua con su caricia de nariz fría, me bendice al amanecer cuando aún duermo, parada sobre mi, tildando con espuma de sus patas las esdrújulas de mi rostro soñoliento.
Ella se absuelve a si misma lamiendo el sucio de su cuerpo, se bautiza tres o cuatro veces al día sin saber que tiene un nombre, bebiéndose la vida en un pequeño hilo de la fuente.
Su canto es celestial, un maullido al viento.
Mi gata y yo somos de la misma religión, profesamos el gatinismo, es decir, somos gatólicas, agastólicas y gatómanas.
Mi gata, una eucaristía, un confesionario de caricias, una penitencia de ternuras, una comunión en ronroneo.
Gloria María Bustamante (Medellín, 1968).
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