«Si mi lucha y la de otras compañeras no ha valido la pena, ¿por qué ha trascendido fronteras?», se pregunta Vidalina Morales (La virtud, 1968), campesina y defensora de los bienes naturales, al hilo de las críticas que la acusan de ser ‘candil de la calle y oscuridad de la casa’, mala mujer, mala madre y mala esposa. «Nuestra lucha, que comienza en la comunidad, en esas comunidades invisibilizadas, que para muchas personas no existen porque están abandonaditas, trata de dar a conocer esa problemática y ha trascendido de manera local, nacional e internacional. Y yo me siento orgullosa de ser parte de esta lucha y de fortalecer sus energías para seguir enfrentando esos nuevos desafíos y retos que se nos presentan en la sociedad. Desgraciadamente, nuestros pueblos están en ese barco de las luchas intensas por alcanzar lo necesario para vivir, lo que nos permita la vida. Y creo que nuestras luchas sirven a nivel personal pero también a nivel de organizaciones para trascender y alcanzar mejores condiciones de vida», añade.
Vidalina Morales es la presidenta de la Asociación de Desarrollo Económico y Social de Santa Marta (ADES), la comunidad en la que vive, y también forma parte de la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica. Fruto del lucha de estas organizaciones El Salvador fue el primer país del mundo en prohibir, en 2017, la minería metálica en su territorio.
Durante su estancia en Bilbao, Vidalina Morales participó en el Ekozinemaldia, que organizan Ekologistak Martxan y Mugarik Gabeko Ingeniaritza/Ingeniería sin Fronteras, y ahí compartió mesa y debate con varias activistas e investigadoras, entre ellas la italiana Silvia Federici. Un encuentro en el que más de 200 personas se quedaron en la calle. En relación a este evento, la activista salvadoreña reconoce que «me sentí pequeña entre grandes y para mi estar con Silvia Federici fue maravilloso y a la vez fue también impresionante como Silvia fue afirmando la intervención que yo hice al comienzo en el sentido de cómo las mujeres emprendemos nuestras luchas en nuestros territorios empezando a liberar como primer espacio nuestro cuerpo. Yo planteaba, y así lo hemos visto en nuestras luchas, que nuestro primer territorio a liberar es nuestro cuerpo, para luego luchar por ese cuerpo-territorio que es ese espacio físico que nos permite la vida. Ahí es donde tenemos nuestra tierra, nuestra familia, nuestras fuentes de agua. Y ese territorio físico es el que nosotras también liberamos. Luchamos en primer lugar por nuestro cuerpo como primer territorio pero también por nuestro cuerpo como espacio físico que nos permite la vida. Y eso es lo que nos da tanta fuerza, nos da tanta energía para emprender estas luchas más allá de estar en espacios de organizaciones mixtas, espacios como la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica, donde casi solo son hombres en su mayoría. Yo estoy aquí porque tengo una enorme convicción, porque sé que esta lucha que he liderado en mi comunidad tiene que trascender más allá de ese espacio. Entonces, estar junto a Silvia Federici a mi me ha servido de mucha fortaleza porque siento que Silvia se vuelve sensible también a esta realidad que nosotras como mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes estamos al final enfrentando contra estas corporaciones en nuestro continente. Porque las empresas no se instalan en las grandes colonias del país sino que se van a colocar en nuestras comunidades, en donde en realidad la fuerza más viva está en cómo convivimos con nuestro entorno. Entonces, yo sentí en esta charla que se fortalecía mi participación como ese espíritu de lucha que Silvia comparte con la audiencia allí presente. Creo que hacia ahí deben encaminarse los feminismos, que estas luchas de los feminismos tienen que hacer un solo cuerpo con las luchas que en algunos países llamamos ecoterritoriales o ecofeministas. Nosotras las llamamos luchas por la defensa de la vida y de nuestros bienes comunes».
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