El escritor africano Ngugi wa Thiong’o ha escrito hace unos días a la editorial Rayo Verde, que ha publicado varios de sus libros, para que le hicieran llegar un poema suyo a Jordi Cuixart, «el preso político que me escribió». Ngugi añadía en su misiva también otro deseo: «Compártelo con él y con quien vosotros deséeis. O mejor traducidlo al catalán y al castellano, y compartidlo con todo el mundo». Porque, como dice Ngugi, las lenguas son la orquesta de la literatura, las diversas flores de un campo. Aquí tenéis la traducción de su poema al castellano.
El amanecer de la oscuridad
Lo sé, lo sé,
amenaza los gestos comunes de afecto humano,
el apretón de manos,
el abrazo,
el hombro que nos ofrecemos para llorar,
la buena vecindad que damos por sentada.
Tanto que a menudo sacamos pecho,
jactándonos de un individualismo a toda prueba,
desdeñando a la naturaleza, envenenándola con nuestros orines, mientras
otorgamos a la propiedad todos los derechos legales de la condición humana
entre susurros de gratitud por nuestras participaciones en los dioses del capital.
Ay, cómo desearía hoy poder escribir poesía en inglés,
o en todas y cada una de vuestras lenguas,
para poder compartir con vosotros las palabras que
Wanjikũ, mi madre gĩkũyũ, solía decirme:
Gũtirĩ ũtukũ ũtakĩa:
No hay noche tan oscura
que no acabe al alba.
O lo que es lo mismo,
El sol siempre acaba saliendo.
Gũtirĩ ũtukũ ũtakĩa.
También esta oscuridad pasará.
Volveremos a vernos una y otra vez,
y hablaremos sobre la oscuridad y el alba,
cantaremos y reiremos, tal vez incluso nos abracemos.
Naturaleza y conciencia unidas en un abrazo verde,
celebrando cada latido de una existencia común,
redescubierta y apreciada de veras
a la luz de la oscuridad y el nuevo amanecer.
Ngũgĩ wa Thiong’o.
(Este poema es una réplica a «Doggerel», poema escrito por la vecina Janet DiVincenzo, así como a sendos poemas de Mukoma wa Ngugi, de la Universidad Cornell, y Naveen Kishore, de Seagull Publishers, Kolkata, India.)
Traducción de Rita da Costa.
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