ENTREVISTAS

«La comunidad afrodescendiente en Ecuador idea todos los días una forma de atravesar con vida el fin del mundo»

«Nunca deja de haber belleza. Y yo quería rescatar la belleza de los cuerpos racializados afrodescendientes que, muchas veces, son mirados desde la deshumanización, como amenaza, pero en realidad son cuerpos que sobreviven todos los días. Para mí, la comunidad afrodescendiente en Ecuador idea todos los días una forma de atravesar con vida el fin del mundo. Esa es para mí la forma con que vives siendo afrodescendiente en Ecuador. Y quería hacer un homenaje a toda esa belleza resistente y a la belleza física que ha sido muy perseguida desde la colonia. El cabello de las mujeres negras, los peinados, los cuerpos, la sensualidad, la voluptuosidad… que ha sido muy perseguida, que es algo que a veces para sobrevivir las personas afrodescendientes tenemos que esconder. Quería celebrarlo y llevarlo al límite, quería que se vea la belleza de la voluptuosidad afrodescendiente y que sea una posibilidad, una hoja de ruta, hacia una liberación futura. Para mí, la literatura es una forma de intervenir el futuro también. Y eso es lo que quise hacer un poco con mi novela», explica la escritora ecuatoriana Yuliana Ortiz Ruano (Limones, 1992), de «Fiebre de carnaval», su primera novela. «La comunidad afrodescendiente del Pacífico, del Caribe, estamos muy atravesados por la violencia, sobre todo por la estatal, porque es el Estado el que cede los territorios a las multinacionales, es el Estado el que nos abandona, y en ese sentido se genera la violencia armada. Y hay una cultura mortuoria muy fuerte, hay muchos ritos funerarios en el Pacífico y el Caribe. Creo que siempre estamos yendo a velorios. Yo en mi vida he ido a más velorios que a fiestas. Y eso es doloroso pero también hermoso, porque los velorios son una forma de recuperar la energía vital que precisa para seguir viviendo la gente que pierde un ser querido», añade la escritora afroesmeraldeña.

«La tranquilidad que se le adjudicaba a Ecuador no es una tranquilidad que viene del Estado o de la buena organización de quienes dirigen el país económicamente, sino que tiene que ver mucho con la comunalidad indígena y afrodescendiente. Los que traen la problemática de las armas y de la violencia son las multinacionales, porque estas empresas se asientan en tu territorio rural, contaminan el río y la gente se ve obligada a irse a la ciudad, a sus márgenes, a estos espacios de hacinamiento. Y eso genera violencia. El hambre, la miseria y la falta de oportunidades es lo que genera la violencia. Y el Estado ha ido desde los años noventa cediendo territorios comunales indígenas y afrodescendientes para las petroleras, las mineras, las empresas de palma africana. Y eso es lo que ha facilitado la creciente violencia y ha permitido también el flujo de armas en el país. La tranquilidad de la que gozábamos antes, que yo no la sentía tan así tampoco porque estando en la frontera siempre hay como una violencia diferente, tenía que ver con la comunalidad, con que había territorios comunales que no se podían vender y en ese sentido, porqué los vendió, el Estado ha sido el peor enemigo de la población afrodescendiente e indígena ecuatoriana», explica la escritora Yuliana Ortiz Ruano sobre la situación política y social que vive su país, que desde noviembre tiene nuevo presidente, el empresario Daniel Noboa, hijo de Álvaro Noboa, cinco veces candidato a la presidencia y una de las mayores fortunas de Ecuador. «Daniel Noboa representa la plantación de banano, las camaroneras, que también han afectado a muchas comunidades indígenas en la costa de Santa Elena. Y creo que no se puede mejorar el país teniendo a un empresario de presidente. No espero una mejora, nada, de una persona así», añade.

Yuliana Ortiz Ruano publicó su primera novela, «Fiebre de carnaval», en octubre de 2022 en la editorial española La navaja suiza. La obra fue bien recibida por la crítica y obtuvo el Premio IESS a la Ópera Prima, en Italia, y el Premio Joaquín Gallegos Lara, en la categoría de mejor novela del año, en Quito. Además, la novela fue también incluida por la edición en español de la revista Vanity Fair como uno de sus libros recomendados de ese año. «Para mí, la música no solo es el ruido de fondo de una determinada ocasión o momento histórico, social, sino también lo que propicia que el proletariado pueda continuar con su vida pese a la extracción de trabajo bestial que vive todos los días en el capitalismo en el que estamos inmersos. La música es una suerte de hoja de ruta para la liberación de los cuerpos proletarios», cuenta Yuliana Ortiz Ruano sobre la determinante presencia de la música en su novela. «El baile es un espacio liberador, de pensamiento también, que ha tenido una especie de persecución colonial pero que, gracias a la resistencia de los pueblos racializados, afrodescendientes, ahora el mundo baila sobre todo al ritmo del Caribe. Y creo que es sumamente importante despertar al cuerpo a través del baile porque no todos los lenguajes idiomáticos, lo que dice la boca, son todo lo que podemos comunicar. El cuerpo comunica mucho sin palabras y la danza puede ser un espacio muy importante para la comunicación y el vínculo entre las personas. Para mí, el baile es importantísimo», añade la escritora ecuatoriana.

La novela cuenta la historia de Ainhoa, una niña de ocho años que crece en la isla de Limones, en Esmeraldas, hasta que se ve obligada a migrar a la ciudad por la crisis económica de finales de los años noventa. El barrio en el que vive la abuela materna de Ainhoa, el mar, origen y fin de todo, y el habla, que dota de una vida vibrante a las personas migrantes de Limones, son los hilos que entretejen este libro. «El mar también es un territorio del que se vive, un espacio económico que se trabaja. El mar es como la única certeza y eso genera también una pequeñez del sentido de la vida, como que tú también entiendes que la vida tiene un final. De alguna manera, ser isleña te permite entender que hay unos límites muy claros de los recursos que tienes y eso a mí me parece que es importante, como aprender a vivir en consonancia con lo natural, no tanto con la certeza de lo humano, como también con otras formas naturales. Lo insular, lo isleño, te permite conectarte con otro sentir. Hay un concepto muy hermoso, el de los pueblos de mar, de Antonio Benítez Rojo. Y creo que ese concepto es importante porque te hace entender que hay un hacer cultural de los territorios isleños, de los que están cerca del mar, al borde, en los litorales, que no necesariamente son iguales culturalmente o racialmente, sino que la práctica misma del hacer cultivado con el mar hace que estos pueblos tengan como una similitudes», explica Yuliana Ortiz Ruano.

«El capitalismo, el neoliberalismo, nos vende una idea de independencia que no se cumple. Necesitamos a las madres que nos cuidaron, a los tíos, a las tías, a las mujeres que nos alimentaron, a la gente que plantó la comida. Para mí, es sumamente importante el tener presente que todo lo que hago está conectado con todo lo que hicieron mis abuelas, mis tías, toda la gente que me cuidó, mis amigas y la gente que vendrá, claro», concluye la escritora ecuatoriana.

Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Chiribitas. Historias que prenden la vida

Los programas de radio

Bodega

Licencia de Creative Commons
Mar de Fueguitos by Gorka Andraka is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 Internacional License.