«Presiento que pronto seré su próxima diana, el centro de su interés especulativo, la soga que detendrá la libertad de nuestras caderas», confiesa la escritora Marta Navarro (Zaragoza, 1967) mientras afila las horas. «Es tiempo de sacar a pasear el kaláshnikov que oculto bajo la lengua», revela valiente la poeta. Y apunta al verdugo y dispara.
Afilando las horas
El hombre con piel de ceniza
desgarra con sus leyes nuestras vidas,
mientras cambia los códigos de la noche
y deshuesa las horas
que le quedan al día.
Le miro preocupada,
presiento que pronto seré su próxima diana,
el centro de su interés especulativo,
La soga que detendrá la libertad de nuestras caderas.
Hace siglos que este experto afilador de cicatrices
ama la esclavitud de la amnesia,
el rencor de la nieve pisada,
la supremacia de sus cromosomas,
el idioma salvaje de la ira.
Afilo las horas mientras veo mi nombre
en la pizarra de sus prejuicios.
Es tiempo de sacar a pasear el kaláshnikov
que oculto bajo la lengua,
y gritarle que
«somos las nietas de las brujas
que no pudisteis quemar».
En cuanto se dé la vuelta
y fije sus ojos de verdugo sobre mí,
dispararé…
Marta Navarro
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