Estoy harto de verdades con pies cortados y noticias con pañuelos en la boca. Estoy harto de las comillas que encierran la realidad, de curas que condenan las puertas y de jóvenes que se acuestan con bicicletas… El escritor y poeta sueco Artur Lundkvist desvela en este poema su hartazgo de todo «lo falso, inútil, anticuado».
Estoy harto
de verdades con pies cortados
y noticias con pañuelos en la boca.
Estoy harto de las comillas que encierran la realidad,
de curas que condenan las puertas
y de jóvenes que se acuestan con bicicletas,
de los nidos de tórtolas de amor deshabitados,
de quemaduras que buscan hojas de cuchillos,
de la lata de sardinas que encierra la vida familiar
y de teatros que dan a las caballerizas reales.
Estoy harto
de cisnes que sobreviven a sus palacios,
de agujas que surgen de repente del muslo,
de novias deslumbradas por sacacorchos cruzados,
de caballos que derriban a coces la puerta
para entregarnos unos absurdos folletos de propaganda.
Sí, estoy harto, estoy harto
de niños de pecho en cuerpos de cien kilos
y de camiones cisterna adornados con ásteres blancos,
de estrellas que nunca se deciden a caer
y de estrellas que no dejan de caer,
de perros dentro de las casas y de hogueras sin fuego,
de rayas en el pelo del cuello y de ciempiés en los oídos,
de moscas de invierno, del hipo y de tacones torcidos
y de la crin del caballo que sale por la solapa de la chaqueta.
Estoy harto, estoy harto, estoy harto
de todo lo falso, inútil, anticuado,
y jamás me sacio de lo necesario, lo importante,
de lo que vive más que una mediavida.
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