ENTREVISTAS

«A las mujeres no solo nos agreden por el trabajo que hacemos sino por hacerlo siendo mujeres»

«En 2018, registramos, verificamos, 1.747 agresiones en contra de defensoras de derechos humanos en Mesoamérica. En 2019, fueron 2.372. Y solamente entre 2020 y 2021 se han cometido en la región 31 asesinatos de mujeres defensoras», cuenta María Martín, coordinadora de la estrategia de incidencia de la Iniciativa mesoamericana de mujeres defensoras de derechos humanos. «Si bien la violencia letal evidentemente es la que más nos mueve, porque nos priva de nuestras compañeras y eso tiene un impacto brutal en las comunidades y en sus familias, hay otras muchas formas de violencia que son invisibilizadas o no tienen un impacto mediático tan fuerte pero que tienen la misma capacidad desmovilizadora. Y por eso es muy importante analizar estos datos de muertes o de ataques letales frente a un volúmen enorme de violencia que se genera de otra manera y que no es tan visible. Hablamos de violencia sexual, detenciones, apertura de procesos judiciales sin garantías, criminalización, torturas, hostigamineto a través de redes sociales… Hay una enorme variedad de formas de violencia que las compañeras y muchas de nosotras hemos sufrido y todavía siguen sin nombrarse. Y eso es parte del sentido del trabajo de la Iniciativa», explica María Martín.

La Iniciativa mesoamericana de mujeres defensoras de derechos humanos nace en 2010 para dar respuesta integral al aumento de la violencia contra las defensoras de derechos humanos en Mesoamérica. A día de hoy, articula a más de 2.000 defensoras de derechos humanos. «Del 2018 para acá observamos como nuestrso gobiernos, en particular el de Nicaragua, y más recientemente el de El Salvador, han dado muestra de toda la violencia de la que son capaces», denuncia Ana María Hernández, responsable de la estrategia de Autocuidado, cuidado colectivo y sanación de la Iniciativa. «Sabemos que nadie se salva sola, el cuidado es una acción política que fortalece nuestros movimientos y por lo tanto tenemos una visión de colectivizar las emociones, de no sentirnos solas cuando estamos enfrentando estas violencias. Y una manera de sanar es juntarnos, mirarnos en el espejo, darnos fortaleza juntas. Y por eso estos círculos de sanación son muy poderosos», detalla Ana María Hernández, quien también es coordinadora de la casa La Serena, un espacio en Oaxaca, México, para la sanación de las defensoras de derechos humanos.

«A las mujeres no solo se nos agrede por el trabajo que hacemos sino por hacerlo siendo mujeres», reconoce María Martín. «Y esto tiene que ver con que al ocupar un espacio de reivindicación política, al ocupar el espacio público, estamos desafiando los roles que todavía una parte importante de la población considera que debemos jugar dentro de nuestras sociedades, de nuestras comunidades y familias. La violencia es una manera de dejarnos muy claro cuál es el espacio que quieren que ocupemos», concluye la integrante de la Iniciativa mesoamericana de muejres defensoras de derechos humanos.

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