Se cumplen hoy, 27 de febrero, 39 años de la proclamación en el exilio del desierto de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). El pueblo saharaui sigue esperando, soñando, luchando para regresar algún día a su tierra y poder vivir en libertad. Sirvan estos textos, del libro «Memorias nómadas. Dolor y resistencia en el Sáhara Occidental», de Carlos Martín Beristain, para homenajear su justa causa.
Conciencia, Lucha y Victoria
Brahim es poeta y se dedicaba a actividades culturales antes de que lo desaparecieran en 1981 durante 10 años, por ser simpatizante del Polisario. Pasó tres meses de tortura brutal. Brutal es ya la pequeña parte que duele cuando escuchas los detalles del horror. Después de año y medio en un centro clandestino lo trasladaron a otro. Con el grupito de ocho triturados y maltrechos con el que sobrevivió creó un grupo de teatro. Como no les dejaban hablar, prohibidas las palabras, empezaron a pensar en escribir. Pero ¿con qué? No hay papel, ni tinta. Un carcelero les dio un pedazo de cartón de una caja inservible. En el cartón había una grapa. Con la grapa se pueden hacer agujeritos en el cartón. Así él enseño árabe clásico a gente que no sabía leer ni escribir. Así él aprendió algo de francés. Así empezó Brahim a escribir una obra de teatro en tres actos. El primer acto se llamaba Conciencia. El segundo, Lucha. El tercer acto era un deseo y algo que ya habían hecho, Victoria. Brahim repartía los papeles entre los ocho. Como no había mucho cartón para tanta imaginación, buscaron otros métodos. Por ejemplo, con la pastilla de jabón se podía formar una película húmeda en el brazo y cuando se secaba, escribir con la grapa en el antebrazo, me dice, mientras me lo enseña y hace de nuevo el milagro. Cuando la situación mejoró un poco escribían con posos de café. O con jabón en un trocito de tela de uno de los jirones en que se convirtieron sus prendas después de años. Pero, cuando se trata de superar las prohibiciones, tan importante es escribir como borrar. Cuando llegaban los carceleros el agua del balde hacía desaparecer las pruebas.
-De esta manera superamos el analfabetismo.
Un día les llegaron cuarenta presos más, que como ellos estaban desaparecidos. Se habían pasado dos años siendo los actores y el público. Ahora tenían un gran auditorio. Y así se hizo teatro en un centro de detención clandestino llamado Kalaat M’gouna.
Kalaat M’gouna
Al llegar te recibe un formulario. Tienes que rellenar la ficha. Cuatro cosas, las rellenas tú. Nombre y apellidos, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, fecha de ingreso en la cárcel clandestina. La última ellos, fecha de fallecimiento.
-¿Entiendes eso? No hay fecha de salida. Eso significa que nos trajeron a morir aquí. Hasta los guardias nos lo decían “habéis venido aquí para morir, no para vivir”.
Cuando alguien estaba agonizando los detenidos llamábamos a los guardias, a pesar de que conocíamos las órdenes: no llamar hasta que se haya muerto.
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