ENTREVISTAS

«No nací para ser asesinada ni violada sexualmente, no queremos más mártires»

«No vine aquí para dejar cómoda a la gente, para silenciar o para hablar con protocolos o diplomacias. Yo vine aquí en principio porque quiero estar viva, libre, y también para denunciar y dar a conocer lo que realmente estamos viviendo. Y si eso les incomoda, pues se jodieron», señala Aura Lolita Chávez Ixcaquic (Santa Cruz del Quiché, 1972), indígena maya, feminista comunitaria, maestra e integrante del Consejo de Pueblos K’iches para la defensa de la vida, la madre naturaleza y el territorio en Guatemala. «Nosotras no queremos más mártires. Yo estoy con total disponibilidad, lo hemos hablado en comunidad, en familia, yo tengo una hija y un hijo, pero no queremos morir. Y es lo que expreso, que yo no nací para ser asesinada ni violada sexualmente», explica Lolita, quien desde junio de 2017 vive lejos de su país por las amenazas de muerte que ha recibido allí por parte de empresas hidroeléctricas, madereras, paramilitares y militares.

«El pueblo maya genera vida y fuerza en los mundos y es un modelo diferente al neoliberalismo. Somos antineoliberales y eso no lo podemos callar, anular de nuestras vidas. De hecho, en nuestro pueblo hay mucha expresión de arte, música, los tejidos de nuestras vestimentas, que expresan eso, que la red de la vida no es acumulación, no es capital y más capital generado por muerte y destrucción sino que más bien es la reciprocidad de la vida», cuenta Aura Lolita Chávez Ixcaquic. «Este modelo colonizador se atreve a pensar que somos humanidad de otro nivel y que nuestros cuerpos pueden estar sujetos a cualquier decisión. No somos sujetas de derecho sino que somos objeto de cualquier explotación y eso hay que sanarlo. Y ese es nuestro planteamiento desde el feminismo comunitario, decir que sanando tú, sano yo. Y sanando yo, sanas tú. O sea, Europa tiene que sanar también y nosotras vamos a sanar y hay pueblos aquí que están con toda la disponibilidad de sanar y con esos pueblos nos acuerpamos», añade.

En 2017, el Parlamento Europeo designó a Aura Lolita Chávez Ixcaquic finalista del Premio Sajarov de los derechos humanos. «Las empresas trasnacionales nos caracterizan como idiotas, ignorantes, dicen que no conocemos el desarrollo y entonces deciden el tipo de empresas que necesitamos. Lo que no saben es que nosotras sabemos qué es lo que queremos y conocemos conscientemente qué es lo que ellas hacen, sabemos que esas empresas están conectadas con el dinero, con el capital, y nosotras estamos conectadas con la vida. Y estar conectada con la vida supone que tus genes generan una historia y sabiduría ancestral cosmogónica que te dejaron tus ancestros», explica la activista guatemalteca. «Por supuesto que en mi pueblo hay expresiones misóginas, machistas, de odio contra la mujer, y mucha violencia contra nosotras. Desde el Consejo de los Pueblo K’iches lo que hemos hecho es tejer muy fino porque si tú quieres imponer una situación lo que recibes es un choque frontal. Entonces, lo que hemos hecho es tejer fino y en las asambleas planteamos debates, interpelamos con amor, hacemos caminos esperanzadores de cómo podemos convivir sin violencia contra las mujeres. Por ejemplo, cuando se habla de la defensa del territorio, decimos que tenemos que sanar de esa imposición administrativa patriarcal con autonomía de autonomías. No podemos decir que este pueblo es autónomo pero sin la autonomía de las mujeres. Entonces, hacemos asambleas propias de nosotras, autónomas, en la libre determinación, abriendo el camino hacia la protección o la defensa del territorio tierra y del territorio cuerpo. Y ahí salen las hipocresías de los compas que dicen que defienden el territorio contra la minería pero luego andan jodiendo y violentando a su compañera en la cama, en la casa o en la comunidad. Y eso lo interpelamos y denunciamos. Son expresiones que se vuelven complices del enemigo porque nos quitan fuerza en la comunidad».

A finales de este mes de enero, Aura Lolita Chávez Ixcaquic recibirá en Bilbao un nuevo galardón, en este caso el Premio Ignacio Ellacuria de Cooperación para el Desarrollo que concede el Gobierno Vasco. «Yo quisiera estar siempre en mi territorio pero también tenemos que escuchar consejos y las voces colectivas que dicen cuándo poder hacer y cuándo no. Y ahora me toca estar fuera, me duele un montón, no te imaginas lo profundo del dolor que yo siento por estar fuera de mi país, pero no te imaginas tampoco la fuerza esperanzadora que me está dando el tejer aquí. Ha sido tan lindo lo que hemos generado acá que eso me da mucha vida. Aquí hay comunidad aunque las empresas no lo vean. Y eso pasa también con el Parlamento Europeo que para mí también es una expresión que hay que reformar», explica la defensora de los derechos de los pueblos originarios de Guatemala.

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