Océano de las historias

Las garras del tiempo

«Llegar a viejo es ya una victoria y aunque sepamos que no siempre el que gana es el que merece vencer… Llegar a viejo ya es una victoria», confiesa el poeta Tirso Priscilo Vallecillos (Motril, 1972), en su último poemario, «Viejos» (Huerga & Fierro editores). Aquí os ofrecemos un par de poemas de este libro.

Ancianos-mansión

Hay ancianos que caminan agarrados del brazo
bien vestidos y sonrientes bajo esa natural y aprendida
ostentación de compañía y tiempo.
No le pidieron más a la vida que el cobijo mutuo
grandilocuente e inquebrantable de cotidianidad y rutina
y no ven derruidos los techos
ni la facilidad con la que se descascarillan las paredes
las ventanas y puertas des-en-ca-ja-das,
no ven las hormigas, las cucarachas, las ratas,
no sienten la humedad ni el frío de la noche que avanza.

Entre la hiedra que devora la mansión
de vez en cuando resplandece el brillo
de una dentadura postiza soberbia y perfecta
y tú escribes un poema sobre los ancianos-mansión
sin saber si tendrás, al menos,
unos brazos donde caerte muerto.

Un hombre me mira orgulloso, me abraza y llora

Hay cosas que uno no se cuestiona de pequeño
cosas que suceden porque son así,
como lo del hombre bueno
que te obligaba a parecerte a él
ese hombre que sentaba a su mesa a extraños
ese hombre que ahora, de nuevo, tienes delante.

A veces me cuesta entender la realidad:
mis palabras son nenúfares poliédricos
y nadie sabe qué se esconde debajo
y mis sentidos son verdes promesas
que descansan sobre una existencia estancada;
solo en contadas ocasiones aparece la luz
atravesando el tiempo como una espada láser.

Hoy he salido en bicicleta y en Estébanez
he conocido a un hombre que todavía te recuerda:
ya sabes cómo son los pueblos…
Alguna vez lloraste, como cuando me hice maestro,
y hoy veo la misma mirada en este anciano
—este que un día se sentó a tu mesa—
me mira orgulloso, me abraza y llora:
me ha hecho entender que en los ojos de las personas
caben las miradas de aquellos
a los que en algún momento
miramos directamente a los ojos.

Tirso Priscilo Vallecillos, de «Viejos» (Huerga & Fierro editores)

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